los párpados se cierran con una pesadez incontrolable.
Las horas parecen pasar desapercibidas,
eternas, nunca se acaban; y con ellas el trabajo que no cesa
que no se le ve fin, que absorbe la energía.
Días nefastos y pesados,
pero a los cuales no les podemos hacer nada,
no nos quedan muchas opciones
más que cerrar la boca y acatar la bombardeada.
Quiero dormir
desconectarme de todo,
acostarme en la arena
con el sol radiante encima de mi
con un martini y música relajante
que me ayude a olvidar
la cotidaneidad...
Me quemo...
El Abuelo.
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