Un ambiente cálido invade mis tardes
cuando se supone que deberían ir acompañadas
de fríos vientos que hacen temblar
cada músculo de nuestro cuerpo.
Sin pensar más allá
camino por las calles semivacías,
la mirada se eleva al cielo que entre pequeños bloques de algodón
deja asomarse a un azulado fondo y algunos rallos de sol
que siento al chocar con mi piel.
Es cuando imagino esa mirada
que de momento sólo existe ahí
cuando uno cierra sus ojos
e intenta imaginar lo perfecta que puede ser
y tantas cosas que deseo pueda expresar.
La mente te dice no ir más allá por miradas imposibles
pero a veces el corazón late con mayor intensidad
y te hace notar que está emocionado
a pesar que sabe que lo que quiere palpar, no está.
Pero mientras, mis ojos vuelven a abrirse
me regresan a mi realidad
entre coches, edificios enormes, grandes construcciones
y una vida que debe seguir su curso
muy por encima de los deseos que viajan en la mente
y llegan hasta el corazón.
De repente me detengo frente a muchos árboles
se iluminan con muchas luces que no dejan de parpadear
y dejó ir un suspiro más
dónde me doy cuenta que sigues presente.
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