sábado, agosto 18, 2007

LA ALMOHADA EMPAPADA


Mi mirada inquietante no deja de ver a las personas que por fuera de la ventana se mueven en distintas direcciones, intento y deseo verte caminar entre ellos, es inevitable que mi mente vuele, que dibuje cada uno de los poros de tu piel, que recree esa sensación de tus dedos mientras van descubriéndome, conociéndome, seduciéndome; pero no logro reconocer ni un solo rostro, ya no se ni cuantas horas he pasado frente a esta ventana, que con los destellos que va dejando el sol a través de ella, provocan que mi cuerpo arda cada vez más, pero esas horas, me hacen sentir que te tuve, aunque no se si lo volveré a hacer.

Tanto tiempo sin saber que estabas aquí, en mi mismo edificio, respirando el mismo aire cálido de verano, que quema tu garganta poco a poco, que provoca ese sudor que recorre cada parte de la piel y deja el sabor amargo de un cuerpo desolado.

Ironía, sí, ironía es que hoy te deseo como nunca desee a nadie, a pesar que no suelo fijarme en hombres, y menos en uno como tú, profesionista, bien vestido, el típico cerebrito de su clase, con esos lentes cuadrados que demuestran que la vanguardia es lo tuyo, y esa sonrisa que cautiva y demuestra tu seguridad.

Si hablamos de ti, prácticamente solo se que sales por la puerta principal a las 6:27 de la mañana, muy rara vez te retrazas o adelantas, pero eso sí, tu hora de llegada es incierta, y por eso paso tanto tiempo aquí, frente a un mundo que no importa, y que solo tiene sentido hasta el momento que veo ese par de zapatos negros que siempre sueles llevar.

La silla que ahora detiene el peso de mi cuerpo, es la única que puede describir lo que sucedió esa noche, fue hace tan sólo 2 días y mi mente no deja de repetírmelo una y otra vez, pero me molesta, me llena de rabia saber que esto no durará, que no puede suceder, que tal vez tus delicados labios no besarán mi boca de nuevo, es por eso que decido verte de lejos cuando llegas cada tarde.

Jeje, acabo de recordar lo que me dijiste ayer, sí, cuando te tope en las escaleras y al oído te susurré que me fascino estar contigo, y solo respondiste: ¿Cuándo estuvimos?; primero me quede atónita al verte seguir tu camino, después comprendí tu juego, mismo que no me dejó dormir en toda la noche a pesar de saber que el tiempo se acaba.

Se ha hecho ya tarde y aún no llegas, el reloj aún marca los segundos que retumban en mi cabeza, que me recuerdan mi cruda existencia, que gritan que sigo sola y que continúo mirando a través de la ventana sin respuesta alguna, mientras, ojeo sin ver el libro que contiene el relato de todo lo que vivimos esa noche, dónde quedará plasmado la única vez que ame a un hombre que me hizo sentir útil.

Ya con las luces prendidas afuera, escucho tu caminar, se acerca poco a poco al edificio, y de repente mi corazón, pum, pum, pum, siento como brinca mi pecho, y levanto mis manos, trato de desenredar mi cabello con los dedos, poco a poco humedezco mis labios, mi piel comienza a enchinarse, mi respiración se vuelve cada vez más fuerte, metes la llave en el cerrojo y abres la puerta, mis manos empiezan a temblar, empiezas a subir la escalera, yo subo el cierre de mi falda, me aproximo a la puerta, tu sigues subiendo, agarro la manija para abrir, tu agarras tus llaves, abro la puerta y fue ahí cuando tu aroma, penetro por cada una de mis fosas nasales, hacia mi cuerpo, mi inconsciente; ese aroma tan peculiar a manzanas verdes, maduras, frescas y sensuales; entonces te miré fijamente a los ojos mientras mis piernas se frotaban continuamente invitándote a abrirlas, descubriendo que hay detrás de esa falda que me estorba y deseo que me la quites poco a poco; pero lo único que recibo es un buenas noches, y el aire que rosa mi piel al momento de pasar y seguir tu camino al piso de arriba. ¡Pasmo total!, mi mirada se perdió en la pared, mi estómago empezó a arder, sentí como la acidez carcomía mi esófago, y entonces escuche lo peor que una mujer derritiéndose por un hombre puede escuchar; cuando se abrió la puerta de su departamento, salió una voz infantil llena de alegría y cariño, que gritó ¡Papá! seguido de inocentes risas, junto a una voz tierna que preguntaba: ¿Cómo te fue mi amor?

¿Cómo te fue mi amor?, ¿Papá?, que está pasando, yo… yo era quien lo debía poseer, yo soy la que debe preguntarle como le fue, ¡yo!, y por qué siento estas pequeñas lágrimas recorrer mis mejillas, él me hizo sentir que valía la pena, que estaba viva, me hizo sentir un ser humano, y sólo me utilizó, jugó conmigo, se aprovecho, ¡como todos!; ella se debe enterar, su hija se debe enterar, le mostraré el libro, sí, para que sepa que su marido estuvo dentro de mí, me hizo suya y ahí se quedará; de repente las lagrimas salieron con más fuerza, mis ojos nunca habían llorado tanto, no podía ver, todo era borroso; y así corrí hasta el cuarto, sin saber ya que pasaba a mi alrededor, sólo el sonido de las risas de los tres mientras él llegaba y ella alistaba la cena llamándolos a la mesa, ella, mi propia vecina lo poseía y no yo, la rabia empezó a recorrer mi cuerpo, que a la vez sabía que no me quedaba nada, sabía que había perdido, que no lo volvería a sentir dentro de mí, me recosté en mi cama, sólo supe que empecé a rozar el ombligo con mis dedos, mientras bajaba lentamente, la otra metía la mano en el cajón y mis lágrimas sólo nublaban mas mi vista, mis dedos ya frotaban circularmente mi ser, mi respiración aumentaba, la otra mano acariciaba la pistola que guardaba en el cajón, mi mano seguía moviéndose, pequeños sonidos salieron de mi boca, cerré los ojos, saque la pistola, mi cuerpo se estremecía, mi boca se secaba, mis dedos que jugueteaban se empezaron a mojar, agarre fuertemente la pistola, sentía que se acercaba, empecé a gritar, mi almohada húmeda de sudor y lágrimas, apunte con la pistola hacia mi cabeza, y de repente el más fuerte orgasmo que había sentido en mi vida provocó que fuertemente jalara el gatillo y ¡bum! Sólo escuche algunas gotas caer sobre el piso antes de envolverme en si..len…ci….o.

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